Damas y caballeros / Güero

Me dispongo a redactar una columna de opinión sobre una temática que pareciera nueva o en tendencia, pero no lo es, tiene ya unos cuatro lustros al menos.  A comienzos de este siglo fue que se empezó a utilizar con Vicente Fox Quesada y su clásico “chiquillos y chiquillas”, me refiero al lenguaje inclusivo de género.

Desde que tengo uso de razón escuché la expresión “damas y caballeros”, “señores y señoras”, en los circos era común que el maestro de ceremonias se dirigiera a los pequeños como “niños y niñas”. La diferencia de aquellos tiempos a los actuales es que anteriormente se utilizaba como un protocolo de etiqueta, de consideración y educación, más no se discutía entonces sí su uso tenía que ver con la igualdad o equidad de género.

La tendencia de inclusión de género que busca sea considerado todo el universo de personas, con independencia de su orientación sexual, ha abogado también por los principios de igualdad, desmitificando la creencia de que el hombre es el sexo fuerte y la mujer el débil, de que no está ninguno por encima o delante del otro. Tal es así su fuerza que en países desarrollados como España se crearon ministerios o secretarías, como el de Igualdad,  que específicamente luchan porque dichos principios sean respetados por toda autoridad pública.

El hombre y la mujer no pueden ser iguales partiendo de su anatomía. Creo que aquí el término correcto es el de equidad. Sin embargo, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española recoge ambas palabras y las define de la siguiente forma:    

Igualdad

1. f. Conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad.

2. f. Correspondencia y proporción que resulta de muchas partes que uniformemente componen un todo.

3. f. Principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones.

4. f. Mat. Equivalencia de dos cantidades o expresiones.

Equidad

1. f. Igualdad de ánimo.

2. f. Bondadosa templanza habitual, propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley.

3. f. Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva.

4. f. Moderación en el precio de las cosas o en las condiciones de los contratos.

5. f. Disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece.

Volviendo al uso contemporáneo del lenguaje inclusivo, La RAE es clara, fija una postura contundente en la que determina que su uso es innecesario y va en contra del principio del ahorro del lenguaje.

Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto.

La mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.

El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones.

En México, concretamente en instancias federales, el uso del lenguaje inclusivo es notorio y recurrente en programas sociales, en la retórica de los funcionarios de gobierno y, por supuesto, en las tradicionales “mañaneras”.

Seamos realistas, cuando decimos “estamos listos” no lo hacemos para hacer de menos a las mujeres que están incluidas en el universo de personas a quienes nos dirigimos. Simplemente lo hacemos porque es práctico, porque así lo aprendimos desde la educación básica. Al no hacer la distinción por géneros en nuestro hablar, no estamos discriminando o posicionando a un sexo por encima o delante de otro. Es una falacia o mentira utilizada por las izquierdas. Si realmente queremos hablar correctamente, expresarnos de forma apropiada, consultemos al órgano supremo de la lengua, él es quien marca las pautas sin ideologías políticas, se apega únicamente a lo que le compete: el uso correcto del léxico castellano. Lo demás es mera demagogia.

En el siguiente enlace puedes consultar el informe completo de la RAE sobre el lenguaje inclusivo: https://www.rae.es/sites/default/files/Informe_lenguaje_inclusivo.pdf

La opinión de César Omar Ramírez de León: Empresario, maestro en psicoterapia gestalt adultos y capacitador en gestión efectiva de recursos humanos.